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la vuelta a la situación. No perdió el tiempo pensando en el terrible cmulo de
probabilidades que tena en contra suya, ni en autorreproches por el momento
de descuido que haba llevado a su captura. Su mente estaba concentrada en
lo que deba hacer a continuación.
Unas escaleras de piedra en espiral llevaban hacia arriba. Puesto que los
ojos del cimmerio no haban sido vendados, ste tomaba buena nota de los
detalles con su aguda vista. Los calabozos del palacio real se hallaban muy por
debajo del nivel del suelo. Deban ascender varios pisos, en cada uno de los
cuales haba un centinela armado, de guardia, con la espada o la alabarda
dispuestas.
Por dos veces el brbaro tuvo una fugaz visión del mundo exterior, cuando
pasaron ante unos estrechos ventanales. La semioscuridad del cielo le indicó a
Conan que o bien era la hora del amanecer o la del atardecer. Distinguió con
claridad el rumor de las olas, que ya haba credo percibir antes. El palacio
estaba construido en los alrededores de Aghrapur, sobre un acantilado que
dominaba el mar de Vilayet. Las mazmorras haban sido excavadas en la
misma roca del promontorio cuya base laman las olas. Por eso poda ver el
cielo a travs de las troneras, si bien an no haban llegado al piso inferior del
palacio. Conan procuró recordar aquel importante detalle.
Las dimensiones del castillo palacio eran asombrosas. El grupo pasaba por
unas inmensas habitaciones en cuyo centro haba unas fuentecillas. Se vean
varios jarrones con flores exóticas que exhalaban intenso perfume. Sus pasos
resonaban tan pronto en severas bóvedas de piedra como bajo techos
estucados, en habitaciones cubiertas de gruesas alfombras y ricos tapices.
Soldados con bruidas corazas permanecan inmóviles como estatuas, con el
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rostro inescrutable, pero la mirada atenta. En aquel palacio, el esplendor
oriental brillaba en toda su magnificencia.
El grupo se detuvo ante una enorme puerta con incrustaciones de oro;
tendra una altura de doce yardas y su parte superior desapareca en la
penumbra del techo. Unos misteriosos arabescos adornaban la superficie de la
puerta, en la cual haba tallados dragones, hroes y hechiceros de las leyendas
kirkanias. Ardashir avanzó y dio unos golpes en la superficie dorada con el
puo de la cimitarra. Poco despus, las gigantescas hojas de la puerta
comenzaron a abrirse lentamente, y llegó a odos de Conan el rumor de un
gran nmero de personas.
La sala del trono era ms amplia que todas las que el brbaro haba visto
antes. Era ms grande que las suntuosas habitaciones de Ofir y de Nemedia, y
que los salones de techo de madera de los castillos de Aesgaard y Vanaheim.
Gigantescas columnas de mrmol se alzaban hasta un cielo raso que pareca
tan distante como el firmamento. Una profusión de candelabros, lmparas y
fogariles iluminaban costosos cuadros, tapices y cortinas. Detrs del trono
haba unas hermosas vidrieras que permitan vislumbrar la oscuridad del
exterior.
Una concurrencia brillante y numerossima llenaba la gigantesca habitación.
All se haban dado cita nemedios ataviados con jubones, medias ajustadas y
finas botas cortas; ofireos de sencillos mantos; achaparrados shemitas de
negras barbas, vestidos con ropas de seda; zuagires renegados, con sus
blancos khalats; vendheos de amplios turbantes y llamativas tnicas, y
enviados de los reinos negros del sur, con sus brbaros atuendos. Vio incluso a
un solitario guerrero rubio del lejano norte, vestido con una sombra tnica
oscura, que apoyaba las manos en la recia empuadura de su enorme espada,
cuya vaina de cuero estaba apoyada en el suelo.
Algunos haban llegado hasta all para escapar de la ira de sus propios
gobernantes. Otros eran confidentes o traidores de las tierras que los haban
visto nacer, y haba tambin algunos embajadores y enviados. La mente
insaciable del rey Yezdigerd jams estaba satisfecha con las dimensiones de
su creciente imperio, y a fin de ampliarlo recurra a todos los medios posibles,
casi siempre tortuosos.
En el salón se oyó un toque de doradas trompetas. La concurrencia se abrió
camino, y por l avanzó el grupo que escoltaba al cimmerio. La distancia que
haba hasta el trono era an demasiado grande para poder apreciar quines se
encontraban en el estrado. [ Pobierz całość w formacie PDF ] - zanotowane.pl
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